Una vez más nos hemos aventurado a viajar durante 16 horas en otro bus-cama. Esta vez el destino ha sido Máncora, pueblo costero con una de las playas más bellas y concurridas del litoral peruano, tanto por turistas nacionales como extranjeros. Es un pequeño pueblo con menos de 10 mil habitantes y se encuentra a más de mil kilómetros de la capital limeña y a escasas dos horas de la frontera con Ecuador. Escogimos este destino porqué nuestros amigos limeños nos lo recomendaron, ya que es considerado un pequeño paraíso y lugar de descanso para todo aquel que vive en la ciudad. El clima es agradable durante todo el año ya que es tropical y seco.
Desde Lima reservamos una habitación doble con baño privado. A las 9h. de la mañana de ayer jueves, nos acercábamos al hostal para dejar nuestras maletas. Al entrar al dormitorio fue el momento del Deja vú: pequeña habitación con el lavabo dentro, pero sin puerta. Sólo decir que la taza de WC estaba a tan solo metro y medio de la cama... "Esto ya lo hemos vivido antes" -pensamos-... Lo primero que hicimos fue salir en busca de otro alojamiento con, por lo menos, espacio independiente para el baño!!! Afortunadamente encontramos un hotel en mejores condiciones, más económico y a pocos metros de la playa. Avisamos a la mujer del hostal que sólo nos quedaríamos esa noche.
Paseamos por la calle principal de Máncora y nos fuimos a la playa. El agua es cristalina pero con el color oscuro de la arena, no puede lucir su transparencia. Cerca de la orilla hay algunos "chiringuitos" para poder tomar o comer alguna cosa.
A las 18h. el sol ya se pone. Pudimos disfrutar de la puesta del sol tomando una fresca cerveza negra, viendo a los surfistas correr la tabla, a un grupo de chavales jugar a pelota, otros paseando en caballo... No nos pudimos resistir de cenar una de las especialidades de la zona, "Chicharrón mixto" (calamares, pescado y marisco rebozado) también junto al mar.
Desde Lima reservamos una habitación doble con baño privado. A las 9h. de la mañana de ayer jueves, nos acercábamos al hostal para dejar nuestras maletas. Al entrar al dormitorio fue el momento del Deja vú: pequeña habitación con el lavabo dentro, pero sin puerta. Sólo decir que la taza de WC estaba a tan solo metro y medio de la cama... "Esto ya lo hemos vivido antes" -pensamos-... Lo primero que hicimos fue salir en busca de otro alojamiento con, por lo menos, espacio independiente para el baño!!! Afortunadamente encontramos un hotel en mejores condiciones, más económico y a pocos metros de la playa. Avisamos a la mujer del hostal que sólo nos quedaríamos esa noche.
Paseamos por la calle principal de Máncora y nos fuimos a la playa. El agua es cristalina pero con el color oscuro de la arena, no puede lucir su transparencia. Cerca de la orilla hay algunos "chiringuitos" para poder tomar o comer alguna cosa.
A las 18h. el sol ya se pone. Pudimos disfrutar de la puesta del sol tomando una fresca cerveza negra, viendo a los surfistas correr la tabla, a un grupo de chavales jugar a pelota, otros paseando en caballo... No nos pudimos resistir de cenar una de las especialidades de la zona, "Chicharrón mixto" (calamares, pescado y marisco rebozado) también junto al mar.